La biblioteca era un lugar mágico. El sonido de las hojas de los libros al ser volteadas se fundía con el susurro de las luces antiguas, creando una atmósfera de silencioso resplandor que invitaba a perderse entre las estanterías. Ella siempre había sido una apasionada de los libros raros y no dudaba en viajar kilómetros para encontrar un ejemplar único.
Esa tarde, mientras exploraba la sección de literatura clásica, ella notó la presencia de alguien detrás de ella. Al volverse, vio a un hombre alto y delgado con una melancólica sonrisa. Llevaba gafas y su cabello oscuro estaba peinado hacia atrás en un moño.
«Lo siento», dijo él, «pero me parece que has perdido tu camino. Esta sección es solo para investigadores autorizados.»
Ella se sintió algo avergonzada pero también intrigada por la presencia de alguien tan enigmático. Se presentó como Sophia y explicó que era una investigadora interesada en libros raros.
El hombre le sonrió de nuevo y se identificó como Sebastian, el bibliotecario responsable de las colecciones más antiguas y valiosas de la institución. «Si te interesa», dijo, «podemos explorar juntos algunas de estas obras.»
Sophia asintió entusiasmadamente y siguió a Sebastian por un pasillo estrecho que llevaba a una sala apartada del resto de la biblioteca. La habitación estaba a oscuras, excepto por las luces de lectura colocadas en cada mesa.
Sebastian encendió algunas lámparas más fuertes y reveló una colección de libros impresos en papel antiguo, algunos con tapas de cuero desgastado y otros atados con cordones. «Estos son algunos de los ejemplares más valiosos que poseemos», explicó.
Mientras se adentraban en la sala, sus manos se rozaron accidentalmente. Sophia notó una pequeña descarga eléctrica al sentir su piel contra la suya y no pudo evitar mirarlo con curiosidad.
Sebastian también parecía haber sentido algo y los dos se mantuvieron inmóviles por un momento antes de separarse. Luego, como si nada hubiera pasado, continuaron explorando los libros juntos.
Sophia se encontró fascinada no solo por las obras que veían sino también por Sebastian. Su erudición era impresionante y sus conocimientos sobre la historia del libro rivalizaban con los suyos propios.
Durante el tiempo que pasaron allí, su tensión creció gradualmente. El roce accidental de manos se convirtió en un juego sutil y el silencio entre ellos comenzó a sentirse cargado de significado. Sophia notaba la mirada de Sebastian sobre ella y sabía que él también estaba consciente de su presencia.
Finalmente, decidida a darle un paso adelante, sacó un pequeño vibrador del bolso. Era un Osci 3, un dispositivo silencioso de estimulación por oscilación que había comprado la semana anterior y aún no había tenido ocasión de probarlo. Se lo puso en el bolsillo izquierdo sin decir nada a Sebastian.
Dejando caer su mano accidentalmente sobre su muslo mientras buscaba un libro, sintió el calor del vibrador contra su piel. Le gustó la sensación y comenzó a mover su mano lentamente hacia arriba, acariciando su pierna con el dispositivo dentro del bolsillo.
Sebastian notó que Sophia se había movido cerca de él y se volvió para mirarla. Sus ojos se encontraron y permanecieron fijos en los otros durante un momento. Luego, como si estuvieran siguiendo un plan preestablecido, ambos se inclinaron hacia adelante a la vez.
Sophia sintió el beso de Sebastian en su boca, saboreando su lengua con una intensidad que no había experimentado antes. El vibrador seguía dentro del bolsillo y cada movimiento de ella contra él lo hacía vibrar ligeramente, enviándole pequeños estremecimientos por todo el cuerpo.
Sebastian puso una mano en la cadera de Sophia y la acercó más a sí mismo. Su otra mano comenzó a subir por su muslo mientras seguían besándose con pasión. Cuando sus dedos llegaron a la parte superior de su muslo, Sebastian se detuvo y retrocedió levemente.
Sophia abrió los ojos para mirarlo. «¿Qué pasa?» preguntó.
Sebastian sonrió y sacó un pequeño paquete de su bolsillo. Lo abrió y sacó una caja. Luego, con movimientos lentos pero precisos, comenzó a desabrochar el cierre del pantalón de Sophia.
Sophia notaba la tensión en sus dedos mientras él la ayudaba a quitarse los pantalones. Era evidente que él también estaba muy excitado y eso la hacía sentir aún más caliente.
Una vez que ella estuvo completamente desnuda, Sebastian se quedó un momento mirándola antes de inclinarse para besar su pezón izquierdo. Sophia gimió al sentir el contacto de su lengua en su piel y se apoyó contra una mesa para mantenerse firme.
Sebastian continuó besando y lamiendo sus senos mientras su mano exploraba su vientre y llegaba a la parte superior de su pubis. Allí, encontró el vibrador y sonrió al darse cuenta de lo que era.
«¿Eso es nuevo?» preguntó, sacándolo del bolsillo con movimientos delicados para no interrumpir el placer que ella estaba experimentando.
Sophia asintió con la cabeza. «Sí», respondió con voz ronca. «Lo compré hace una semana pero todavía no lo había probado.»
Sebastian la miró con ojos brillantes y luego volvió a ponerse el vibrador en su bolsillo. «Vamos a ver cómo te sienta», dijo, antes de inclinarse para besarla otra vez.
Este beso fue más profundo que el anterior y Sophia se fundió completamente con él. Sus lenguas se enrollaban entre sí mientras sus manos exploraban cada curva del cuerpo del otro. El vibrador dentro del bolsillo de Sebastian comenzó a vibrar ligeramente, pero ninguno de los dos hizo caso.
Sophia notaba que su excitación aumentaba constantemente y sabía que no podría resistir mucho más tiempo. «Por favor», susurró en el oído de Sebastian, «quiero sentirte dentro de mí».
Sebastian se apartó levemente para mirarla a los ojos. «Estoy contigo», dijo antes de inclinarse y meter su miembro erecto en ella con un solo movimiento.
Sophia gimió al sentirlo penetrarla profundamente y se apoyó contra la mesa para mantenerse firme mientras él comenzaba a moverse dentro de ella.
El vibrador en el bolsillo de Sebastian vibraba cada vez más fuerte, pero ambos estaban demasiado absorbidos por la pasión para darle importancia. Sophia disfrutaba del ritmo intenso de Sebastian y se abandonó completamente a sus movimientos.
Cuando ella llegó al clímax, gritó su nombre mientras su cuerpo se sacudía con las contracciones. Sebastian no se detuvo, continuó embistiendo en ella con fuerza mientras también alcanzaba el éxtasis.
Al final, cuando ambos estuvieron exhaustos, Sebastian la abrazó fuerte y besó su cabello. «Eso fue increíble», murmuró contra su piel.
Sophia asintió con la cabeza, todavía sin poder hablar debido a la intensidad del orgasmo que había experimentado. Se quedaron allí por un buen rato, disfrutando de su proximidad y del silencio de la biblioteca.
Finalmente, Sebastian se separó de ella y ayudó a ponerse sus pantalones. Luego, volviendo a ser el mismo hombre enigmático que había conocido horas antes, le sonrió y se despidió con un leve movimiento de cabeza.
Sophia lo vio alejarse por el pasillo y luego se dirigió a la entrada de la sala. Allí, encontró su ropa y se la puso lentamente mientras pensaba en la increíble noche que habían compartido. El vibrador Osci 3 seguía en su bolsillo, sin usar, pero ya no lo necesitaba. Sebastian había sido suficiente para satisfacer su deseo.

