La ciudad estaba en pleno apogeo por las ferias comerciales que se celebraban cada año, lo que hacía que los hoteles más elegantes estuvieran siempre a punto de colapsar. Para evitar el caos, muchos negocios optaron por alquilar habitaciones para sus empleados durante la temporada, y era uno de esos casos.
Tom estaba sentado en un rincón del bar del hotel, bebiendo un whiskey mientras revisaba algunos documentos para una reunión importante que tenía al día siguiente. No era su primera vez allí; el hotel era conocido por su exclusividad y su personal amable, así que cuando se alojó Tom no dudó en elegirlo.
Era un hombre atractivo, con pelo castaño corto y ojos verdes, y llevaba un traje gris perfectamente ajustado. Se destacaba entre la multitud de negociadores vestidos con ropa casual pero práctica para sus reuniones.
Su concentración en los documentos fue interrumpida por el sonido de una voz a su lado. «¿Puedo pedirte una copa?» La mujer que habló era muy hermosa, con piel bronceada y cabello oscuro recogido en un elegante peinado. Llevaba un vestido azul oscuro que destacaba su figura esbelta y alta.
«Claro», respondió Tom, sonriendo mientras se levantaba para ordenarle una copa de vino blanco. «¿Te gusta el hotel?»
«Sí, me parece muy elegante», dijo la mujer, aceptando la copa con las gracias. «Me alojo aquí durante un par de días por asuntos de trabajo».
«Yo también», replicó Tom. «Es mi primera vez en esta ciudad y este hotel es un lujo después de varios meses de viajes por carretera para visitar nuestras oficinas regionales».
La conversación fluía fácilmente entre ellos, hablando sobre sus respectivos trabajos y la ciudad. La mujer se llamaba Sophia y era gerente de una empresa de tecnología en Madrid.
«Deberías visitar el parque del Retiro», le recomendó Tom. «Es un lugar muy bonito y tranquilo dentro de la ciudad».
Sophia sonrió. «Gracias, te haré caso». Pasaron un buen rato hablando y riendo juntos mientras bebían sus copas.
Tom no podía evitar mirar a Sophia con frecuencia; era una mujer increíblemente hermosa y le gustaba su personalidad. Sin embargo, la tensión de la reunión que tenía al día siguiente hizo que se concentrara más en los documentos que en ella.
La conversación fue interrumpida por el sonido del teléfono de Tom. Era un mensaje de texto de su jefe, recordándole que debía prepararse para la reunión importante que se celebraría al día siguiente.
«Lo siento», dijo Tom, levantando la mano como disculpa mientras respondía el mensaje y guardaba el teléfono en su bolsillo. «Tengo que irme pronto».
Sophia asintió con la cabeza. «Entiendo». Se despidieron con un apretón de manos y se dirigieron a sus respectivas habitaciones.
Tom se duchó y se cambió para la reunión mientras revisaba los documentos una última vez antes de salir del hotel. Cuando llegó al vestíbulo, vio a Sophia esperándolo cerca de la puerta principal.
«Te veo mañana», le deseó Tom con una sonrisa.
Sophia asintió con la cabeza y se despidió con un gesto de la mano mientras salía al frío de la noche. Tom se sintió extraño al verla irse; había esperado que su relación no terminara allí.
Al día siguiente, durante la reunión, Tom no podía dejar de pensar en Sophia y en cómo había deseado tocarla la noche anterior. La tensión se incrementó cuando se dio cuenta de que ella también estaba presente en la sala.
La reunión transcurrió sin problemas y finalmente llegó el momento de descansar. Cuando salió del edificio, vio a Sophia esperándolo cerca de su coche.
«¿Quieres ir a tomar un café?» le preguntó Sophia con una sonrisa seductora.
Tom asintió con la cabeza, sintiéndose aliviado de que ella también hubiera querido seguir adelante. Se sentaron en una mesa al aire libre y ordenaron dos capuchinos.
«Lo siento por anoche», dijo Tom. «Me había olvidado de cuánto trabajo tenía por delante».
Sophia sonrió. «No te preocupes, lo entiendo». Luego agregó: «Pero no hay necesidad de trabajar todo el tiempo, ¿no crees?».
Tom la miró con ojos intrigados y asintió con la cabeza. Sophia sacó su teléfono y marcó un número mientras Tom se preguntaba qué estaba haciendo.
«¿Deseas venir a mi habitación?», preguntó Sophia sin apartar el teléfono de la oreja.
Tom se sintió sorprendido pero excitado al mismo tiempo. «Sí, por supuesto», respondió con una sonrisa.
Sophia colgó el teléfono y se levantó para ir a su coche. Tom pagó las copas y la siguió hasta la habitación que Sophia había reservado en otro edificio del hotel.
Al llegar a la habitación, Tom no pudo evitar mirar a Sophia de arriba abajo; estaba vestida con un camisón blanco que dejaba al descubierto sus piernas largas y su cuello delgado. Se sentía como si estuviera soñando cuando ella se acercó a él para besarlo.
El beso fue profundo y apasionado, lleno de deseo y nostalgia por la noche anterior. Tom rodeó la cintura de Sophia con sus brazos mientras ella le subía el vestido hasta dejarlo en el suelo.
Sophia se quitó el camisón y se quedó desnuda delante de él, luciendo una figura perfecta. Tom no pudo evitar admirarla durante un momento antes de acercarse para besarle el pezón derecho.
Sus manos comenzaron a explorar su cuerpo mientras su lengua bailaba con la de ella en un duelo sensual. Sophia gimió al sentir sus dedos penetrar en su vagina húmeda y excitada.
Tom se desvistó rápido, dejando su ropa esparcida por el suelo antes de subirse a la cama junto a Sophia. La empujó hacia atrás para que estuviera sentada y comenzó a besarle el cuello mientras sus manos acariciaban sus pechos.
Sophia cerró los ojos y arqueó la espalda, ofreciendo su cuerpo completamente al deseo de Tom. Él se dio cuenta de que ella estaba dispuesta a hacer lo que él quisiera, y eso lo excitó aún más.
Tom se puso entre las piernas de Sophia y comenzó a penetrarla lentamente, disfrutando del calor y la textura de su vagina alrededor de su miembro. Sophia gimió con cada movimiento, apretando fuerte sus muslos contra él.
La pasión se desató en una danza frenética mientras Tom embestía a Sophia con fuerza, haciendo que ella gritara de placer. El orgasmo llegó repentinamente y ambos alcanzaron la cima del éxtasis al mismo tiempo.
Tom se derritió dentro de ella mientras Sophia lo abrazaba con sus brazos y sus piernas. Se quedaron allí por un buen rato, jadeando y sudorosos después del intenso encuentro sexual.
Finalmente, Tom se separó lentamente de Sophia y se tumbó a su lado en la cama. La miró y sonrió antes de besarla suavemente en los labios.
«Gracias por esta noche», le dijo.
Sophia asintió con la cabeza mientras acariciaba su pecho. «Ha sido un placer para mí», respondió.

